domingo, 17 de enero de 2010

17 de enero.

Hoy Yolanda se ha levantado casada, magullada, con agujetas y mucho dolor de cabeza. Era todo por culpa de la resaca.
Ayer fue el cumpleaños de su mejor amiga, Eva.
Se conocen desde infantil. Sus primeros pasos los dieron juntas; sintieron sus primeros sentimientos al mismo tiempo; se hicieron adolescentes al mismo tiempo, juntas. Todo lo había compartido desde pequeñitas (hasta el bocadillo de los recreos).

Hoy estaba sola en casa.
Sus padres iban a comer a la aldea, a la casa de sus abuelos; y su hermana mayor se fuera a domir a casa de novio.
Su madre le había dejado una nota encima del ordenador, así asegurandose su lectura. Ésta decía:
"Hija, te he dejado canelones en el horno. También tienes lasaña en el congelardor.
Te he dejado dinero en la hucha, porque seguramente encargues una pizza, como siempre.
Si necesitas llámame.

Un beso."

Hoy no iba encargar una pizza.
Estaba en pijama y aún se tenía que duchar y vestirse, y ya era muy tarde.
Hoy iba a comer canelones.

Después de 30 minutos se puso a comer.
Aquello le sabía a m... mal. Bueno, todo le sabía mal. La resaca seguía presente.
A las 3:30 se puso sus pantalos pitillo, sus botines grises y un jersey de punto. También cogió sus gafas de aviador, por si el sol le molestaba, hoy estaba muy sensible.
Había quedado con su otra mejor amiga, Lidia.
Era un año mayor que ella y se habían conocido en un campamento de verano. Compartían cabaña y desde aquellas confidencias.
Pasaron toda la tarde en el bar que hay dos calles más abajo de la casa de Yolanda.
Se contaron muchas cosas y se ayudaron mutuamente.
A las 8 y media se fue para casa.
Tenía que estar allí cuando llegaran sus padres.

Cenaron pasta, macarrones para ser esactos.
A las 11 se fue para cama, estaba muy cansada y mañana tenía examen de griego a primera hora.

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